Cuántas veces se ha repetido en numerosos foros, paneles de expertos, diversos espacios reivindicativos… La importancia de la acción local para generar cambios globales. Observamos esta afirmación y muchos y muchas de nosotras nos sentimos impedidas. Cómo es posible que al trabajar sobre un asunto específico, o sobre un campo de acción concreto en un espacio geográfico y social más bien cercano, podamos llegar a provocar un cambio de una magnitud global. Entramos en materia; entramos en el ‘bioterritorio’.
Albal Circular se basa en este principio; la acción local con una mirada más global. Una mirada que, en un primer estadio, pasa por un concepto muy en boga, por necesario, en nuestros días: el ‘bioterritorio’. Entendemos este concepto como un espacio geográfico que trasciende a las divisiones administrativas y adopta aquellas que la propia naturaleza nos marca, que comparte problemas concretos y que posee, diseminados por su globalidad, los recursos necesarios para afrontar, de un modo colectivo, estas problemáticas.
¿Qué es el ‘bioterritorio’?
El bioterritorio es un espacio geográfico que, por contra a los habituales mapas políticos, no está perfectamente definido. Se trata de un espacio que puede comprender diversos municipios, valles, lagos, huertas… Pero con estrechos lazos ambientales —en muchas ocasiones esto se traduce también en lazos históricos sociales entre las poblaciones—.
En el mismo entorno de Albal Circular se puede apreciar este concepto. El centro de compostaje en el Bosc Mediterrani, al lado del complejo de Santa Anna, está a poco más de 1.000 metros del término municipal de Alcàsser. Un pequeño barranco, desdibujado tanto al norte como al sur —excepto con gota fría—, hace las veces de frontera administrativa.
Una frontera, sin embargo, solo humana; no existe para la polinización de las plantas, el vuelo de las aves o el paso del conejo. Es más, la regeneración del suelo a un lado del barranco puede significar la mejora de las condiciones ambientales a ambos lados, y puede que los recursos para esa regeneración estén al otro lado. Así, simplificado, esto es una muestra del bioterritorio: espacios conectados de forma natural cuyos problemas y recursos también lo están. Abordar los problemas y retos desde esta perspectiva ayudará, también, a encontrar soluciones más eficientes y ‘autosostenibles’.
El caso de los residuos
Cada vez más asociaciones, activistas, foros e incluso instituciones tienen claro que es necesaria esta mirada más amplia, de ‘bioterritorio’, para abordar los problemas. Un ejemplo, aunque con sus diferencias, son las mancomunidades (la Mancomunitat de la Ribera, por ejemplo).
Con los residuos, sin embargo, estamos lejos —como sociedad— de esa visión bioterritorial. En la naturaleza, los ‘residuos orgánicos’, como pueden ser las hojas, ramas caídas, excrementos, animales muertos… Se transforman en humus —compost— y continúan en el mismo sistema bioterritorial, se tiende al equilibrio.
En nuestras ciudades, sin embargo, esto se ha perdido. Los residuos orgánicos y los no orgánicos son una fracción a esconder lejos de nuestra vista, en vertederos contaminantes. Además en Albal, Catarroja o Alcàsser, separados por fronteras administrativas invisibles y unidos por un mismo entorno ambiental, se realiza una gestión diferenciada e inconexa entre sí. Buscar una solución conjunta y sostenible puede requerir un esfuerzo importante en su inicio, ya que es necesario, sobre todo, cambiar costumbres y creencias muy arraigadas, pero las ventajas lo valen. Desde Del Camp a la Taula, con el proyecto Albal Circular, estamos convencidos de ello.
Nuestro entorno
Tomando como ejemplo nuestro caso, encontramos la ciudad de València y su cinturón metropolitano con un gran número de asuntos que deben, y de facto en ocasiones lo son, ser solucionados colectivamente, con una mirada que supere las barreras que delimitan cada uno de los municipios —movilidad, cuidado del entorno, alimentación, residuos…—.
Desde esa mirada, Albal Circular ha puesto la primera piedra para construir un camino circular que permita a ese ‘bioterritorio’ del que forma parte una gestión transformadora de los residuos orgánicos domésticos. En unos años vamos a disfrutar en nuestro pueblo de un entorno más saludable y de una mejor calidad de vida; vamos a disponer de una superficie de producción de alimentos sanos y mucho más nutritivos procedentes de procesos agrícolas regenerativos que mejoran el suelo donde se producen.
Un primer paso al que se están uniendo otras ciudadanas y ciudadanos desde otros municipios. Comparten el propósito de este proyecto y van a actuar en local, al igual que nosotras hacemos, para poco a poco conectar todos estos proyectos; compartir sinergias y aprovechar ese efecto multiplicador para escalar las iniciativas y dimensionarlas desde una visión ‘bioterritorial’.
Si 5 personas son suficientes para iniciar un movimiento que cambie el mundo, como defiende la Teoría U, imagina lo que podemos hacer cuando 5 municipios estemos trabajando en este proyecto, compartiendo recursos, ideas y lo más importante, el propósito.